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Vino de Rías Baixas

Esta región vinícola gallega situada al oeste y sur de la provincia de Pontevedra, en plena Rías Baixas, ha conseguido situar sus vinos blancos en el mapa de los grandes vinos internacionales, siendo hoy en día una de las DO españolas que más exporta. Históricamente se dice que fueron los monjes cistercienses del Monasterio de Armenteria los que extendieron la plantación de la vid en el s.XII.

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Rías Baixas

Esta región vinícola gallega situada al oeste y sur de la provincia de Pontevedra, en plena Rías Baixas, ha conseguido situar sus vinos blancos en el mapa de los grandes vinos internacionales, siendo hoy en día una de las DO españolas que más exporta. Históricamente se dice que fueron los monjes cistercienses del Monasterio de Armenteria los que extendieron la plantación de la vid en el s.XII.

El principal artífice de este éxito es la uva blanca autóctona albariño, una variedad que bien trabajada en el viñedo y usando nuevas técnicas de vinificación en bodega, da vinos albariños muy frescos, aromáticos, afrutados y personales, factores que han convencido a la crítica y han seducido los paladares más exigentes. Otras variedades blancas menos usadas son caíño blanco, treixadura y loureiro, que algunas bodegas usan para mezclar con la uva principal. A tener muy en cuenta los albariños fermentados en barrica.

De clima claramente atlántico, abundantes lluvias y temperaturas suaves a lo largo del año, el Consejo Regulador divide la región en 5 subzonas según el tipo de suelo y microclimas de cada región: Val do Salnés, Condado de Ulla, O Rosal, Soutomaior y Ribera de Ulla. Una de las características de su viticultura tradicional es la forma de plantar los viñedos, emparrados en pérgolas para protegerlos de la humedad del suelo y darles mayor exposición al sol.

HISTORIA

Existe cierta controversia al respecto de la relación histórica de la uva albariño con las Rías Baixas. La teoría tradicional indica que fueron los monjes de Cluny quienes trajeron la uva al monasterio de Armenteira (O Salnés) en el siglo XII y que desde allí su cultivo se extendió por toda Galicia y por el norte de Portugal. Teorías más recientes postulan que la uva albariño es autóctona, que siempre existió en la zona sur de Galicia y que habría sido desde aquí que la uva habría viajado hacia el centro de Europa con los movimiento migratorios de los pueblos germanos (visigodos y suevos) en el siglo V. Sea como fuere, el río Umia es considerado el padre del albariño, ya que en sus riberas se cultiva la vid y se produce este vino desde la Edad Media. Podemos afirmar, con rotundidad, que la variedad albariño lleva más de mil años cultivándose en el territorio de las Rías Baixas y que, dadas sus características, su aclimatación a las condiciones de clima e insolación de este territorio es perfecta.

Fueron los monjes cistercienses los que perfeccionarían las técnicas que permitieron extraer lo mejor del varietal. Los mejores vinos blancos se conservaron en los monasterios hasta el siglo XVIII, momento en que, con la desamortización de Mendizábal, la viticultura pasaría de las manos del clero a las de los nobles más adinerados; el resto de la población debía dedicar sus tierras a productos de autoconsumo para poder subsistir. No fue hasta mediados del siglo XX cuando la uva empezó a extenderse por todo el territorio y dejó de ser un privilegio de las grandes casas gallegas.

El empuje definitivo para los vinos de las Rías llegaría en 1988 con la obtención de la Denominación de Origen. Por aquel entonces, la DO constaba de 3 subzonas perfectamente delimitadas en la provincia de Pontevedra: Val do Salnés, Condado do Tea y O Rosal. En octubre de 1996 se incorporaría Soutomaior y, en mayo de 2000, la Ribeira do Ulla.

LA DENOMINACIÓN DE ORIGEN

La Denominación de Origen Rías Baixas regula los vinos de una pequeña zona vitivinícola situada en el noroeste de España, en la región de Galicia (Pontevedra y una pequeña parte de A Coruña). Pese a la larga tradición vitivinícola en la región, desde la constitución del Consejo Regulador, el sector ha adquirido un peso fundamental en la economía del territorio. Más de 12.000 puestos de trabajo, entre estables y eventuales, pueden asociarse a la uva, especialmente en el Valle del Salnés, donde se concentran el 70% de las bodegas.

Uno de los hechos clave en la gran calidad de los vinos de las Rías es, sin duda, la apuesta por las variedades autóctonas y, muy especialmente, por la albariño (más del 96% de la producción), uva de gran carácter que adora el clima atlántico y transmite en él toda su fuerza en cada vino. Las poco más de 4000 hectáreas de viñedo se reparten aún hoy en más de 21.000 parcelas, siguiendo con el tradicional minifundismo gallego. Cerca de 6.000 viticultores siguen trabajando de manera tradicional, podando y vendimiando a mano las cepas emparradas.

CLIMA Y SUELOS

El clima en la DO Rías Baixas es eminentemente atlántico. Los inviernos están protagonizados por borrascas atlánticas del oeste y del sudoeste que suelen traer fuertes precipitaciones y determinan unas temperaturas suaves con diferencias muy poco marcadas entre el día y la noche. Solo las invasiones de aire frío del Ártico, o los períodos en que los anticiclones desvían hacia el norte los frentes borrascosos pueden provocar un descenso de las temperaturas nocturnas suficiente como para que se produzcan heladas. La temperatura media de enero, el mes más frío del año, se sitúa en torno a los 10 grados. Las lluvias se concentran en el periodo invernal, con cerca de 600 mm de los 1.600 totales. La primavera es precoz y lluviosa, y las amenazas en forma de heladas y corrimiento de la flor existen, pero no son demasiado frecuentes. A principios de verano, el anticiclón de las Azores se instala sobre el Atlántico occidental, impidiendo el paso de las perturbaciones. Las lluvias son escasas y las temperaturas se mantienen suaves; llegado el otoño, las lluvias se acrecientan. En general, la influencia del mar atempera los termómetros y la humedad relativa se mantiene alta. Las precipitaciones son abundantes y disminuyen siguiendo el cauce del Miño, por lo que la uva madura antes en Condado de Tea.

Los suelos son básicamente graníticos, de tipo arenoso y poco profundos. En algunos casos, la roca madre es de carácter esquistoso y en las partes más bajas del río existen suelos aluviales constituidos por materiales de depósito arrastrados por la corriente.

UVAS Y VINOS

El reglamento de la DO acoge 6 uvas blancas (albariño, loureira, treixadura, caiño blanco, torrontés y godello) y 8 uvas tintas (caiño tinto, castañal, espadeiro, loureira tinta, sousón, mencía, brancellao y pedral) aunque la reina indiscutible es la uva albariño; en 1975 había cultivadas 200 hectáreas, mientras que en la actualidad ya se superan las 4.000. Esta variedad alcanza su máxima expresión cualitativa en el clima y suelo propio de esta zona, en los que es capaz de mantener una riqueza en ácidos que muy pocas variedades consiguen en todo el mundo, unida a una riqueza en componentes aromáticos y sápidos que hace sus vinos muy identificables.

La Loureira es apreciada por su riqueza en aromas y sabores originales que recuerdan al laurel, de donde toma su nombre. Por su parte, la Treixadura, la tercera variedad de calidad recomendada para el cultivo, tiene su hábitat natural en la subzona de O Condado do Tea y aporta frescura y acidez a los vinos, añadiendo agradables toques de manzana verde.

Las variedades tintas cuentan con una presencia menor, pero cada vez son más los viticultores que incorporan variedades tintas a sus viñedos, ya que los vinos que de ellas se obtienen son originales y cautivan a los buenos aficionados al vino.

Además de los monovarietales jóvenes de albariño y de los plurivarietales de variedades blancas, en los que la gran albariño es casi siempre la máxima protagonista, se elaboran también blancos fermentados y/o críados en barricas de volumen no superior a los 600 litros, frecuentemente con trabajo de lías para añadir volumen en boca, y espumosos de gran calidad. No obstante, la mayoría de vinos son blancos, sin crianza, y capaces de evolucionar en botella durante años gracias, entre otros factores, a su extraordinaria acidez.

Los vinos más representativos de la DO Rías Baixas son blancos, frescos gracias a la mencionada vibrante acidez y afrutados, gracias a las bondades de sus uvas autóctonas. Es frecuente encontrar en ellos aromas a melocotón y hierba, a piedra y flor. Pese a que la cultura entre los consumidores invita a consumir vino de manera prematura, los buenos albariños se benefician de un cierto reposo en botella que permita integrar su acidez y redondear su boca; el tiempo los torna grasos y glicéricos, ensancha su boca mientras los tonos cítricos se resisten tensándola. Manzanas, albaricoque, hinojo y menta son aromas habituales en las mejores botellas de vino blanco de las Rías; su persistencia, complejidad y elegancia conquistan a todo aquel que los prueba.

Los tintos, todavía anecdóticos, pueden suponer un gran producto de futuro para la DO. Su capa frágil y su acidez natural parecen ser ingredientes óptimos para un mercado saturado de sobreextracciones y abocado a un inevitable cambio climático. Son vinos atlánticos y tersos, dominados por el aroma de frutos rojos silvestres y de bosque, por notas balsámicas que nos llevan a pensar en el eucalipto y de innegociable acidez.