Barón de Ley nos ofrece, con su gama de vinos monovarietales, la oportunidad de conocer en solitario cuatro de las variedades más comunes en Rioja: la maturana, una uva autóctona casi perdida; la graciano, la uva de la gracia (carácter) y la distinción; la tempranillo, la uva riojana por antonomasia; y la garnacha, la uva mediterránea más sensual y exuberante, protagonista de este vino.
En Rioja encontramos hoy todavía muy pocos vinos monovarietales de garnacha pero cada día tiene más defensores y admiradores. La conjunción entre el terruño riojano y las virtudes de la uva del sol mediterráneo y de la fruta roja ofrecen resultados deliciosos. Aquí tienen una muestra de ello: una garnacha honesta, floral y muy fresca, elaborada con una crianza breve y muy respetuosa, tan sólo seis meses en fudres de roble francés, una garnacha sin excesos, agradable y con un frescor y un carácter silvestre que nos hace definirla como una garnacha a medio camino entre lo atlántico y lo mediterráneo, de mar y de montaña.
La Garnacha de Barón de Ley es más que un vino agradable, es un vino muy placentero y completo, tanto en olfato como en boca. Humilde pero firme y auténtica. Combina aromas de hierbas de monte y hojarascas con notas ahumadas, pinceladas salinas y una fruta roja madura pero tersa, de cerezas, ciruelas y frambuesas. Tiene carácter riojano sin duda, algunos de sus matices nos podrían recordar a los riojas clásicos (sus notas húmedas, su particular finura...), pero no lo es, tiene su propia personalidad, como vino, y también como garnacha: una buena garnacha de Rioja. Da gusto beberla. Jugosa y madura pero siempre en su línea de frescor, con una acidez muy presente. Dulce pero con un fondo seco, de tabaco y cedro. Equilibrada, amable y con buen volumen. Particularmente interesante es la sensación de fino lacado que su sedosa tanicidad y frutosidad dejan sobre la lengua, y un fondo de piel de avellanas en el final. Un trabajo bordado a un precio brillante.