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Vino de Penedès

La DO Penedès es la mayor de las denominaciones de origen catalanas. Se encuentra a medio camino entre Barcelona y Tarragona y cuenta con una de las mayores diversidades tanto de uvas, como de climas (suaves y cálidos, en general) y suelos de todo el viñedo catalán.

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Penedès

La DO Penedès es la mayor de las denominaciones de origen catalanas. Se encuentra a medio camino entre Barcelona y Tarragona y cuenta con una de las mayores diversidades tanto de uvas, como de climas (suaves y cálidos, en general) y suelos de todo el viñedo catalán.

Geografía

Podemos distinguir tres áreas según altitud, distancia con el mar y tipo de suelo.

La parte del Penedès Superior es la que se encuentra más alejada del mar (próxima a la Cordillera Prelitoral), a mayor altitud, con mayor índice de lluvias, mayores contrastes térmicos y con temperaturas más frescas, donde los suelos son básicamente arcillosos.

La zona más amplia y principal zona de producción es el Penedès medio, de orografía llana y temperaturas suaves, a medio camino entre las de las otras dos áreas.

La parte costera (cerca del mar y de la Cordillera Litoral) es donde se encuentra el macizo del Garraf, caracterizado por sus suelos calcáreos y clima claramente mediterráneo atemperado por la proximidad del agua.

No obstante, ante un territorio de tal magnitud se trabajó durante años para poder delimitar con más precisión cada uno de los terruños que lo componen. Dicho esfuerzo culminó de manera definitiva en el año 2017 con la división de la Denominación de Origen Penedès en 10 subzonas: Alts d'Ancosa, Conca del Foix, Costers de l'Anoia, Costers de Lavernó, Costers del Montmell, Marina del Garraf, Massis del Garraf, Muntanyes d'Ordal, Turons de Vilafranca y Vall Bitlles-Anoia. Para que un vino pueda añadir el nombre de la subzona al de la denominación en el etiquetado, el 100% de sus uvas deben provenir de la subzona concreta, certificando así sus particularidades y carácter único.

Los vinos

Los vinos de mayor tradición histórica son los blancos, por lo general, frescos y afrutados, aunque la riqueza y la inquietud de los bodegueros de la zona ha ampliado la paleta de blancos hasta límites insospechados. Hoy se elaboran aún blancos ligeros, pero también vinos mucho más corpulentos fermentados y/o criados en barrica. Las 3 variedades clásicas del cava (xarel·lo, macabeu y parellada) ocupan buena parte de los cortes, especialmente la primera, uva de fuerte carácter por la que la DO ha decidido apostar con firmeza.

La xarel·lo, también conocida como pansa blanca en la DO Alella o cartoixà en Tarragona, es una uva resistente a la sequía y versátil en bodega. Con ella se elaboran desde vinos jóvenes frescos y con sugerentes aromas de pera, manzana e hinojo hasta vinos blancos de crianza, más cremosos, complejos e intensos; la fantástica acidez natural de la variedad permite a los vinos criados en roble o castaño (madera tradicional en la zona) envejecer con elegancia ganando nuevos aromas y sensaciones con el paso del tiempo.

Existen también buenos ejemplos de vinos blancos elaborados con variedades como la chardonnay (a menudo criados en madera) o con otras variedades internacionales más aromáticas como la riesling o la gewürztraminer. Los rosados son también vinos muy agradables, afrutados y con cierto cuerpo, y se elaboran mayoritariamente a partir de uvas merlot, pinot noir y tempranillo.

Los vinos tintos son algo menos populares, pese a que su producción es elevada y algunas elaboraciones son de calidad excepcional. En los últimos años, se han mezclado uvas internacionales como el cabernet sauvignon o el merlot, con variedades tradicionales como el tempranillo (llamado localmente ull de llebre) o la garnacha. Los vinos obtenidos de estos cortes eran intensos a la par que sedosos, de capa cubierta y, a menudo, marcados por una crianza en roble. En contrapartida, recientemente, un cada vez mayor grupo de viticultores está apostando por la otrora uva mayoritaria en la región: la sumoll. Con ella se obtienen vinos de menor color, pero de fantástica acidez, que recuerdan a los elaborados con la uva nebbiolo en Italia.

La Denominación de Origen Penedès comparte buena parte del territorio de la DO Cava, por lo que la elaboración de vinos espumosos en la región se sostiene en una dilatada tradición. Sin embargo, algunos productores de cava, descontentos con la heterogeneidad de su denominación, han apostado desde 2014 por elaborar sus vinos bajo el nombre de Clàssic Penedès. Todos los vinos amparados bajo tal nombre se elaboran con uvas 100% de cultivo ecológico, a partir de uvas procedentes del viñedo de la DO Penedès y, mayoritariamente, de variedades tradicionales en la región; únicamente éstas y las francesas chardonnay y pinot noir pueden figurar en la etiqueta principal, cualquier otra variedad deberá aparecer en letra de menos tamaño en la contraetiqueta. Además, cualquier Clàssic Penedès (ya sea un método tradicional o ancestral) debe haber envejecido durante un mínimo de 15 meses en botella, lo que sígnica que su crianza obligatoria es la equivalente a un Cava Reserva. Contrariamente a lo que sucede, por ejemplo, en la Champagne, todos los Clàssic Penedès son vinos de añada y es imprescindible detallar tal fecha en cada una de las botellas.

El caso del Clàssic Penedès es tan solo un ejemplo más del perfil innovador de las gentes de esta región de Catalunya. El Penedès fue la primera denominación en introducir las variedades internacionales de uva de una de manera significativa y también la primera en empezar a trabajar de forma regular en cubas de acero inoxidable. Siguiendo con su espíritu pionero, la región está apostando fuertemente por los vinos ecológicos y biodinámicos, siendo líder en ambos tipos de cultivo y vinificación. Cabe resaltar también las sorprendentes elaboraciones de vino natural que están surgiendo de esta región, aunque muchas no están acogidas a la denominación de origen.

Además, la denominación cuenta con cuatro vinos con la calificación de “Vins de Finca”, una distinción especial reservada para vinos de parcelas de características muy especiales que ofrecen frutos de calidad excepcional. El propietario del viñedo debe ser el mismo que el de la bodega y ésta debe encontrarse próxima a la parcela de la que proviene la uva además de contar con una trayectoria de prestigio en el mercado de un mínimo de 10 años. Los rendimientos deben ser un 15% inferiores a los propios de cada variedad en la DO y un comité de cata profesional debe certificar que su calidad es superior a la de los vinos que no gozan del apelativo “Vi de Finca”. Los 4 vinos de finca del Penedès pertenecen a la bodega Jean León: Vinya Le Havre, Vinya Palau, Vinya Gigi y Vinya La Scala.

Los “vinos de finca” son sólo la punta del iceberg de la revolución cualitativa que está viviendo el Penedès. Las generaciones jóvenes, formadas por personas muy viajadas y con profundos conocimientos de todos los procesos que envuelven al vino (viñedo, bodega, cata, etc.), están tomando el relevo de una generación de productores que no siempre fue tratada de la manera más justa. El nuevo Penedès busca cambiar cantidad por calidad para materializar un prestigio que sus condiciones privilegiadas parecen querer otorgarle de manera natural desde tiempos remotos. Se están concentrando muchas energías en rescatar viejos viñedos maltratados por los abusos químicos y en recuperar variedades otrora mayoritarias en la región, aunque muy marginales en los últimos tiempos.

Pocos creían que los pequeños productores pudieran liderar el cambio en el Penedès conviviendo con las grandes bodegas de la región, pero está siendo exactamente así. Los buenos vinos artesanales cuentan cada vez con un número mayor de adeptos, su tipicidad y carácter único atraen a todo aquel ávido de nuevas experiencias. Al Penedès, quizás por su tamaño, quizás por convivir con la DO Cava y con la DO Catalunya, quizás por la llegada de las variedades internacionales no le ha resultado sencillo proyectar una imagen de autenticidad hacia el exterior, pero parece que se están dando pasos firmes para que esto suceda. Empieza a entenderse el viñedo como parte de un paisaje y se encuentra ampliamente extendida la idea de que si se busca que un vino hable de su entorno resulta contraproducente aislar sus vides del resto del ecosistema. Se apuesta por entender el vino como un valor cultural, como una tradición más que habla también de un territorio y del quehacer de sus gentes, y que puede incentivar otras actividades económicas beneficiosas para diversos sectores. Los jóvenes se han atrevido a dejar de vender sus uvas a precios irrisorios para poner en marcha sus propios proyectos, obligando a las grandes casas a pagar la uva a precios cada vez más respetables a los viticultores que aún les suministran la materia prima para sus vinos; este hecho, que beneficia tanto a grandes como a pequeños elaboradores, está contribuyendo de manera notoria a evitar parte del éxodo rural, dando el justo valor que merecen a la tierra y a sus frutos.

Una verdadera revolución está teniendo lugar en el Penedès y no parece que se trate de algo anecdótico o temporal. Las ideas fluyen, los viñedos vuelven a desprender energía y tras ellos los vinos. La biodinámica y la ecología no dejan de crecer, se vuelve a materiales de tiempos pretéritos como el castaño o el barro, se reducen las dosis de sulfitos, se apuesta por las variedades históricas y se mira hacia el futuro sabiendo que todo esto no ha hecho más que empezar, pues el futuro del Penedès es largo y esplendoroso.

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