The Flower and the Bee Sousón

La flor y la abeja son el principio de todo en la vid. Es el rayado insecto el encargado de transportar el polen que fecundará los óvulos de la flor y dará lugar a la producción de nuevos frutos con los que, después, podrán elaborarse vinos tan particulares como este A Flor e a Abella.

El vino nos muestra el carácter de los distintos terruños del valle del Avia, de sus suelos graníticos y de un clima muy favorable para el cultivo de la vid. En los bancales y suaves laderas en los que crecen las uvas, se siguen prácticas biodinámicas y el método Fukuoka, que consiste en entender el viñedo como parte del ecosistema y en respetar los ciclos naturales de la vida. Por supuesto, no se emplea ningún producto químico tóxico y la mayoría de los trabajos en el campo se realiza a mano, entre ellos, la vendimia. La uva se selecciona en viñedo y se coloca en cajas de 18 kg. Al llegar a bodega se repasa racimo a racimo, antes de que su mosto macere y fermente a baja temperatura con levaduras autóctonas. Hecho vino, se redondeará en barrica durante unos breves meses y se acabará de afinar en depósito y botella.

Una vez en la copa, nos encontramos con un vino de taninos pulidos, gran frescor, buena fruta y magnífico equilibrio. Viste cubierto color picota y regala aromas maduros que nos avanzan una boca jugosa y sorprendente. Transmite sensaciones de latitudes más templadas en su volumen y su madurez, pero su intensa salinidad le delata como un vino del Ribeiro. La fruta roja se mezcla con tonos balsámicos (mentolados) y lácteos a los que pronto se suma un nítido recuerdo a gominolas de fresa. En boca es suave y ágil, fresco y sabroso a la par. Su magnífica acidez y los recuerdos a hierbas de monte bajo y regaliz lo convierten en un vino ideal para maridar con infinidad de platos, incluso de pescado.