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Vino de Campania

Con más de 3000 años de viticultura a sus espaldas, Campania es la región italiana con la tradición vinícola más antigua y cuenta, todavía hoy, con el catálogo de variedades cultivadas más amplio del país. Los romanos, que tenían aquí sus propiedades y villas de veraneo, opinaban que los vinos campanos era los mejores del mundo, hasta el punto de que algunos de sus nombres, como es el caso del falerno o el cécube, han llegado a nuestros días con un sabor a mito, saben casi a leyenda. Campania cuenta hoy con unas 30.000 hectáreas de viñedo y una impresionante producción de vino de calidad. Si bien resurgió como una región de tintos en la época moderna, en los últimos años los blancos se han recuperado con fuerza.

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Campania

Con más de 3000 años de viticultura a sus espaldas, Campania es la región italiana con la tradición vinícola más antigua y cuenta, todavía hoy, con el catálogo de variedades cultivadas más amplio del país. Los romanos, que tenían aquí sus propiedades y villas de veraneo, opinaban que los vinos campanos era los mejores del mundo, hasta el punto de que algunos de sus nombres, como es el caso del falerno o el cécube, han llegado a nuestros días con un sabor a mito, saben casi a leyenda. Campania cuenta hoy con unas 30.000 hectáreas de viñedo y una impresionante producción de vino de calidad. Si bien resurgió como una región de tintos en la época moderna, en los últimos años los blancos se han recuperado con fuerza.

El gran secreto de la excelencia de Campania, más allá de su historia y de sus numerosas variedades, radica en sus suelos y climas. Pocas regiones como esta pueden presumir de tantas áreas volcánicas: unos anfiteatros naturales que, como es bien sabido, ofrecen unos vinos de lo más interesante por su mineralidad y longevidad. En cuanto al clima, incluso en este aspecto Campania supera a todas las demás regiones en diversidad: aquí encontramos tanto un clima mediterráneo en la costa como un clima continental, y de montaña, caracterizado por unos contrastes térmicos que contribuyen espléndidamente a augmentar la riqueza aromática de los vinos.

La Campania "de interior", entre las históricas regiones de Irpinia y Sannio, constituye una de las zonas más adecuadas para la viticultura de Italia, tanto para blancos como para tintos. Así lo demuestra Irpinia, lo que hoy es la provincia de Avellino. Aquí, unos viñedos centenarios y unas impresionantes estratificaciones de origen volcánico ofrecen la máxima expresión regional de la variedad aglianico: los vinos de la DOGC Taurasi. A orillas del río Calore, en una secuencia de elevados viñedos que en invierno quedan cubiertos de nieve, esta uva de origen probablemente griego expresa de la mejor manera su acidez, mineralidad, sabor y tanicidad. Los vinos de aglianico de Taurasi son muy exuberantes y musculosos en su juventud pero, tras una crianza mínima de tres años en barrica, adquieren un carácter que recuerda a la imagen del típico grandullón bondadoso: rugoso como los auténticos tintos autóctonos, pero de una elegancia exquisita al cabo de unos años.

Una poco más al oeste, hacia el macizo del Partenio, la DOGC Fiano di Avellino se perfila entorno a los viñedos de las localidades de Summonte y Lapio. Unos viñedos que se aferran a más de 700 m de altitud sobre unos suelos pedregosos y calcáreos que representan el hábitat predilecto para la fiano, seguramente la uva blanca más importante del sur del país. Los vinos de fiano son estructurados, con una buena concentración, el néctar que hacía posible los acuerdos entre Federico II y Carlos de Anjou; unos blancos que llevan la mineralidad en su ADN, cuyo carácter el suelo y el clima solo pueden resaltar. Con notas de hidrocarburos y pedernal, los mejores fianos di Avellino —mejor si se vinifican solo en acero— reposan en botella durante más de veinte años incluso, conservando o más bien potenciando su inherente calidad. Un poco más al norte, sobre toba calcárea, encontramos la DOCG Greco di Tufo. La greco es otra variedad de origen griego, al parecer más inmediata que la fiano, con vinos menos longevos, no por ello de menor nobleza; una variedad más dada a la elaboración de vinos jóvenes. Vinos también concentrados, minerales, en los que destacan la fruta y el frescor.

En la provincia de Benevento, un área que coincide en gran parte con la histórica región de Sannio, destacan dos variedades. La primera es la misma aglianico, que aquí ofrece, en la zona volcánica de la DOGC Aglianico del Taburno, unos vinos particularmente ágiles, crujientes y minerales. La segunda es la falanghina, considerada la otra gran variedad blanca de Campania. En la región de Sannio la falaghina adquiere un perfil más bien complejo y estructurado, con una rica y afrutada paleta aromática, hasta el punto de que esta uva, vinificable en versión espumoso al estilo prosecco, aquí puede disfrutarse en versiones criadas en madera tal vez tras un reposo sobre lías.

Si nos acercamos a la costa mediterránea, la falanghina encuentra su hogar también en otra importante área volcánica: los Campos Flégreos. Y aquí, obviamente, muestra mayor sutileza, tensión, a menudo nervio en su juventud y una mineralidad exuberante. Esta es seguramente la falaghina más extraordinaria, con una capacidad para evolucionar en botella durante varios años. Los Campos Flégreos, una zona de manifestaciones gaseosas entorno a Pozzuoli, acogen a otra de las grandes variedades de Campania: la piedirosso. Una uva que ofrece vinos sobrios, fragantes y fáciles de beber, y que, junto a la aglianico, constituye una de las variedades más tradicionales de la región.

Así es el caso de la DOC Falerno del Massico, una denominación que mira hacia la región del Lazio, en la provincia de Caserta, donde, entre suelos calcáreos y antiguos sistemas de conducción del viñedo, aglianico y piedirosso contribuyen a la producción de un tinto ágil y dinámico con unos resultados sorprendentes al cabo del tiempo, en sus mejores versiones. En la misma provincia, al pie del Versalles italiano, es decir del Palacio Real de Caserta, destaca también la DOC Casavecchia di Pontelatone, con unos tintos opulentos, suaves, afrutados, concentrados, generalmente criados durante largos años en madera. Sin olvidar el pallagrello nero, una uva que ofrece unos vinos con cierta suavidad y estructura y que están demostrando ser en los últimos años uno de los descubrimientos más interesantes entre las variedades autóctonas de Campania.

Existen muchas otras zonas dedicadas a la producción de vino de calidad alrededor de Nápoles, más allá de los Campos Flégreos y por lo general sobre suelos volcánicos también. Entre los blancos, destacan los elaborados con asprinio di Aversa, una uva realmente antigua que todavía hoy, como en tiempos de los etruscos, se cultiva localmente "casada" con los árboles, es decir dejando que la cepa se aferre de un modo salvaje a la vegetación. Los vinos tienen una acidez pronunciada, cítrica, son de largo trago y funcionan muy bien para la elaboración de espumosos. Entre las uvas blancas, la que ha alcanzado un nivel sublime es la biancolella, variedad autóctona de la isla de Ischia. Especialmente en viñedos de viticultura heroica, en la parte suroeste de la isla, la biancolella, cultivada sobre rocas de mineral verdoso de origen volcánico, expresa una complejidad olfativa y una riqueza extraordinarias y reconocidas hoy a nivel internacional. Menos profunda pero no menos elegante es la variedad forastera, la otra uva blanca de Ischia, que cuenta por lo tanto con dos uvas autóctonas de categoría extraordinaria.

Ya más al sur, entre Nápoles y la península de Sorrento, se encuentran los vinos del Vesuvio. Esta zona de naturaleza volcánica produce tanto blancos —en particular, de uva coda di volpe, simple pero seductora y con buena acidez— como tintos, de las típicas mezclas de aglianico y piedirosso. De los viñedos más seleccionados, en los que a veces se conservan algunas antiguas cepas de pie franco, nacen los vinos con denominación Lacryma Christi del Vesuvio, tanto blancos como tintos. Alrededor de Sorrento, más allá de sus célebres limones, el viñedo ofrece también algunos típicos vinos de la zona, entre los cuales destaca el gragnano, un tinto frizzante que puede recordar al lambrusco. Sobre el horizonte, en la isla de Capri, se elabora un excelente tinto a base únicamente de uvas piedirosso, de cepas plantadas en empinadas terrazas.

La costa de Amalfi constituye una de las zonas vitivinícolas más interesantes y heroicas de Italia. Los viñedos, en terrazas con vistas al mar, han estado históricamente aislados y por ende han podido conservar un patrimonio de variedades desconocido en otros lugares. En la zona de Furore sobresalen los blancos, tradicionalmente producidos con una mezcla de variedades como la ripoli (suave), la fenile (rotunda y llena de color) y la ginestra (fresca y floral), con resultados de la más absoluta excelencia incluso tras una crianza en madera. En la zona de Tramonti, por otro lado, destacan los tintos, a base de la también autóctona tintore.

La gran provincia de Salerno, la más meridional de la región, ha estado mostrando todo su potencial en los últimos años. Gran parte del mérito se debe a la DOC Cilento, que pone en valor sobre todo las autóctonas fiano, aglianico y piedirosso, caracterizadas, gracias a un clima cálido y unos suelos arcillosos, por una estructura y una redondez más marcadas a las demostradas por sus hermanos mayores de Irpinia y Sannio. Entorno a la conocida área arqueológica de la costa del Tirreno se define la IGT Paestum, un viñedo que intenta dar más personalidad a los productos de la costa de Salerno. Más hacia el interior, también se experimenta en este rincón de Campania con tintos de variedades internacionales, con resultados que han recogido un consenso absoluto entre los catadores.

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