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Vino de Friul-Venecia Julia

La tradición vinícola del Friul cuenta con una larga historia: primero fueron los romanos, luego los bizantinos en torno a Aquilea, y más tarde también la Serenísima República de Venecia, todos ellos convirtieron la región en una de las encrucijadas de rutas del vino más importantes de Europa. El patrimonio friulano de cepas autóctonas es muy vasto, si bien, después de la filoxera, muchas fueron substituidas en favor de variedades internacionales, tanto tintas como blancas.

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Friul-Venecia Julia

La tradición vinícola del Friul cuenta con una larga historia: primero fueron los romanos, luego los bizantinos en torno a Aquilea, y más tarde también la Serenísima República de Venecia, todos ellos convirtieron la región en una de las encrucijadas de rutas del vino más importantes de Europa. El patrimonio friulano de cepas autóctonas es muy vasto, si bien, después de la filoxera, muchas fueron substituidas en favor de variedades internacionales, tanto tintas como blancas.

Caracterizada por un clima templado, protegida de las corrientes alpinas y con unos suelos casi siempre ricos en minerales, la región del Friul - Venecia Julia es una región pequeña pero diversa. Por un lado, el Friul presenta suelos mayoritariamente de aluvión cerca de la costa del Adriático, gravas derivadas de morrenas en Grave y en Isonzo, y suelos de margas, arenas y calizas en las faldas de las primeras colinas de la parte oriental de la región, muy similares a los de Collio, la zona de la provincia de Gorizia que da continuidad histórica y vitivinícola al Collio esloveno (Brda), donde los suelos son muy particulares y conocidos con el nombre de flysch o ponca, en función de la zona, muy adecuados para la elaboración de grandes blancos de crianza y tintos especialmente elegantes y minerales. En cambio, en la Venecia Julia, en Carso, una denominación asociada hoy con la ciudad de Trieste, los vinos son menos estructurados, tienen una acidez penetrante y son agradables de beber; los suelos, áridos, porosos y pedregosos, propiamente cársticos.

Los blancos son el orgullo del vino friulano, hasta el punto de que se considera una región de blancos por excelencia. La variedad blanca autóctona más clásica para toda la región es la friulano, llamada tocay en el pasado. Frescos y de final almendrado, los vinos de friulano demuestran una evolución que no deja a nadie indiferente, adquiriendo un perfil mineral muy complejo, con notas de hidrocarburo y pedernal; una variedad que consigue éxitos espectaculares en las DOC del Friuli Colli Orientali y del Collio, parecidos a los obtenidos por los vinos de ribolla gialla, la otra protagonista de la identidad vinícola de la región. Una uva con estructura, excelente acidez y compleja fragancia, la ribolla se expresa de maravilla también en versión naranja, con un hollejo firme y rico en polifenoles. Es exquisita sobre los Colli Orientali, donde los vinos naranja no son ninguna rareza en el Collio, especialmente en el área de Oslavia, donde se dedica a esta variedad gran parte del viñedo, con vinos ricos en sensaciones balsámicas, etéreas y profundamente salinas tras largas maceraciones con pieles o largas crianzas en madera o ánfora.

Aun siendo cuna de los vinos naranjas italianos, la denominación del Collio, y la región del Friul en general, da lugar también a muchos blancos autóctonos, frescos y ligeros. Es el caso de los elaborados a base de verduzzo, una uva dorada y con buena estructura, que ofrece sus mejores virtudes en vendimias tardías, vinos dulces, que no empalagosos, como los acogidos a la DOCG Ramandolo. En la denominación de Carso destacan los vinos de malvasía istriana, una uva con una aromática delicada y ampliamente mineral, y de vitovska, blancos más tersos y sutiles, con una evolución muy prometedora. Entre las variedades internacionales, hay uvas para todos los gustos: desde la rotunda pinot gris, a veces rosada, a la más directa pinot blanc, pasando por unas uvas de chardonnay y de sauvignon blanc que, en tierras del Friul-lsonzo, se enorgullecen de poseer la mineralidad y la complejidad intrínsecas de sus hermanas mayores del alto Loira.

Entre los tintos, los elaborados con variedades autóctonas son numerosos, si bien no siempre con una gran personalidad. Sin duda, los más destacados son los de la variedad pignolo, con mucha estructura y larga vida, buena tanicidad; los criados en barricas son especialmente extraordinarios. Con uvas de refosco, los vinos son de un rubí más delicado, moderadamente tánicos y con un agradable final almendrado. Característica sobre todo de la subzona de Prepotto, en los Colli Orientali, la variedad schioppettino debe su nombre a su accesibilidad, su carácter crujiente y fragancia acidulante. Recuperada de la extinción, la tazzelenghe, por contra, debe su nombre ('cortalenguas') a su extrema tanicidad, y se caracteriza, más allá del nervio rústico, por su acidez y aromas herbáceos. Merlot, cabernet sauvignon, cabernet franc y franconia dominan el escenario de los tintos internacionales. En Carso, no obstante, la variedad autóctona es la terrano (teran), que da unos tintos transparentes, afrutados, ligeros y frescos, con algunas versiones con crianza aparecidas solo recientemente.

En los Colli Orientali hay dos zonas que merecen una atención particular. Una es la que ocupa la DOCG Colli Orientali del Friuli Picolit: la picolit es una uva blanca muy minoritaria y difícil de cultivar debido a que suele afectarse de acinellatura, una anomalía floral que impide que todos los granos lleguen a maduración. Equiparados al prestigio de los tocaji húgaros durante una época, los vinos de picolit son hoy más bien vinos para el gran público, no por ello menos preciados. Vinificados tras una vendimia tardía o por desecación de los racimos, son vinos amables, de dulzor moderado, muy elegantes, con un frescor agradable y un final suntuosamente almendrado. La otra zona particular es la DOCG Rosazzo, a los pies de la homónima abadía. Un pedazo de tierra que regala blancos con una extraordinaria mineralidad, estructura y longevidad, a base de friulano sobre todo, con el aporte significativo de uvas internacionales como la chardonnay y la sauvignon blanc.

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