Vino de Basilicata

Los testimonios de Horacio, originario de Venosa, y de Plinio atestiguan como, ya en la antigüedad, el centro impulsor y de calidad de la viticultura lucana estaba situado en la parte norte de la región, alrededor del monte Vulture: un gigantesco volcán extinguido que acoge el territorio más apto para el cultivo de la vid. En torno al Vulture, cubierto de nieve en invierno y con cepas plantadas a una altitud superior a los 600 metros, ciudades como Melfi, Rionero y Barile se consideran el terruño ideal para la aglianico local. De difícil cultivo, la aglianico, como ocurre en Irpinia, es una uva que ofrece unos vinos vivos y con nervio cuando son jóvenes, y unos vinos extraordinariamente estructurados, elegantes, sutiles y con un tanino de calidad tras una larga crianza. Los suelos volcánicos de esta zona, con presencia de toba y rocas arcillosocalcáreos, representan un escenario increíblemente apto para el cultivo de unas uvas de aglianico que dan unos vinos de una personalidad única, quizá los tintos más grandes y apreciados del sur del país.

Los vinos de Aglianico del Vulture, sin duda la denominación más significativa de Basilicata, reposan durante un mínimo de un año en bodega y durante un mínimo de tres, con crianza en madera, en el caso de la gama Superiore (reconocida a nivel de DOCG); son vinos que soportan perfectamente —o, mejor dicho, les favorece— la maduración en pequeñas barricas. Los productores más perspicaces, que trabajan para ofrecer unos vinos de aglianico finos y minerales —o, en otras palabras, que aplican la regla de menos es más, con vinos menos potentes—, optan por recuperar los antiguos sistemas de plantación, como la formación en vaso pero con sujeción a capanno, recogiendo los sarmientos en torno a unas cañas dispuestas en forma de cono, y la vinificación separada por pagos. A su vez, se van recuperando también las antiguas bodegas del Sheshë, en la localidad de Barile, literalmente cuevas excavadas en la roca cinco siglos atrás por sus habitantes y que todavía hoy siguen abiertas para poder contemplar sus llamativos muros de piedra de lava negra.

El resto del territorio es menos relevante. En la parte alta del valle del río Agri se elaboran vinos sobre todo a partir de uvas internacionales, cultivadas en viñedos de las altas colinas, que se benefician de fuertes contrastes térmicos y de suelos ricos en arenas y arcillas. A medio valle, por contra, destacan los vinos con DOC Grottino di Roccanova, llamada así, con alusión a las 'pequeñas grutas' (grottino), porque los vinos de la zona (blancos de malvasía local, tintos de sangiovese, malvasía tinta, montepulciano, cabernet sauvignon) se dejan envejecer todavía en estas bodegas excavadas en la misma roca arenisca. Destacan poco todavía los vinos del Materano, elaborados con uvas internacionales normalmente mezcladas con variedades típicas de la vecina Apulia.