Una Semana Santa entre vinos de Jerez

La Semana Santa de Jerez es una de las más importantes de Andalucía y nos permite disfrutar, además de las procesiones y la magnífica gastronomía andaluza, de algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad. No nos referimos únicamente al Alcázar o los Claustros de Santo Domingo, sino a los otros edificios catedralicios de la ciudad: las bodegas. A lo largo y ancho del Marco de Jerez, podrán degustar torrijas y otras delicias locales, y dejarse seducir por el aroma del incienso, los talleres de venencia o la albariza de los viñedos, pero, llegado el momento de visitar las bodegas, ¿estamos preparados para entender los vinos de Jerez y sus diversos estilos?

Vinos de Jerez

El mosto, convertido en vino gracias a la fermentación, se cata y se clasifica según sus características; los más delicados y limpios se destinarán a la crianza biológica o, lo que es lo mismo a la elaboración de Finos y Manzanillas. El resto del vino se encabeza con alcohol vínico para impedir la aparición del velo flor y se cría en barricas en las que la crianza oxidativa lo convertirá en Oloroso, un vino corpóreo y elegante a la par. El Amontillado combina ambas crianzas, la biológica y la oxidativa y presume de ser un vino de color ambarino y aroma de avellanas con mayor graduación que sus primos puramente “biológicos”.

El Fino y la Manzanilla se crían en barricas que no se llenan en su totalidad, posibilitando así que las levaduras puedan formar el velo flor, fenómeno casi mágico que previene el vino de la oxidación y le aporta matices aromáticos únicos. Finos y Manzanillas son en esencia el mismo estilo de vino, con la diferencia clave de su origen: la Manzanilla se elabora únicamente en Sanlúcar de Barrameda. Ambos son vinos de color pajizo y aromas almendrados que deben tomarse fríos.

Quizás el más curioso de todos los vinos de Jerez sea el Palo Cortado. Este vino debe su nombre a la marca que lo identifica en el frontal de las botas. Inicialmente, el vino destinado a ser fino se marca con una raya vertical y, cuando por alguna extraña circunstancia, el vino adquiere características particulares que lo alejan del perfil de los finos, se encabezaba nuevamente y se destina a crianza oxidativa. El vino resultante se sitúa a medio camino entre la elegancia de un Amontillado y la potencia de un Oloroso, y la raya se cruza con otra línea trasversal de la que deriva su nombre.

Y, si se cuentan ustedes entre los devotos de los vinos dulces, no abandonen el Marco bajo ningún concepto sin tomar unas copitas de la joya dulce de la región: el Pedro Ximénez. Este vino de pasas rezuma aromas de pasas, higos y dátiles y con el tiempo adquiere seductores tonos de cacao y café que lo convierten en uno de los vinos más intensos del mundo.

Ahora que ya tienen en sus manos la guía básica de los vinos de Jerez, es hora de perderse entre criaderas y soleras. ¡Feliz Semana Santa!