El origen de la vid y el vino

Parece probado que el origen de la vid y el vino se localiza allá por el año 6.000 aC en el territorio de las actuales Georgia y Armenia, donde tuvieron lugar las primeras elaboraciones. En los milenios inmediatamente posteriores, tal práctica se extendió hasta las actuales Turquía, llegando a territorio israelí y egipcio hacia el 3.000 aC. Las costas del Mar Negro fueron pues, las cunas del vino y, desde allí, se extendió por oriente, y por el Mediterráneo Occidental, gracias a fenicios, griegos y romanos, auténticos difusores de la cultura del vino.

La limitación de la vitis vinífera sylvestris a las latitudes meridionales de regiones próximas a mares se debe a que las bondades de los climas de dichas zonas permitieron a la especie sobrevivir a las glaciaciones ocurridas durante el Cuaternario. Cuando las uvas empezaron a emigrar probablemente se cruzaron con otras subespecies y empezaron a producir distintas adaptaciones a cada nuevo entorno, dando lugar, con el paso de los siglos, a las variedades actuales; pero el proceso, no fue ni rápido, ni sencillo.

En su estado silvestre, la vid era una liana que crecía abrazada a los árboles. Su fruto era siempre tinto (la uva blanca parece ser una mutación) y la planta era dioica, es decir, cada ejemplar tenía un único género, a diferencia de la vitis vinífera sativa, hermafrodita y capaz de autofecundarse. Esta última tiene su origen en la vitis vinífera sylvestris, que probablemente empezará a ser domesticada en diversos territorios en periodos de tiempo próximos entre sí, dando lugar a los primeros vinos. El hombre empezó a recolectar bayas, uvas silvestres, gozando de su sabor y guardándolas para consumirlas en su forma pasificada como alimento. Muy probablemente, alguna fermentación accidental los llevaría a descubrir el alcohol y a plantearse la domesticación de la planta silvestre; de la selección de las más sabrosas o productivas se seleccionaron las variedades de cultivo entre las cuales se encontraban raros ejemplares hermafroditas aparecidos en la naturaleza como resultado de alguna mutación. Las nuevas plantas acabarían convirtiéndose en la variedad que cultivamos hoy día, la vitis vinífera vinífera o sativa, planta de hojas y racimos más grandes y producciones mayores, con contenidos en azúcar mucho más elevados que los de sus ácidas ancestras, las sylvestris.

Desde aquellas primeras plantaciones que fueron el origen de la vid y el vino hasta nuestros viñedos actuales, muchas cosas han cambiado, pero el vino y su cultura no han dejado de fascinar al hombre un solo instante.